miércoles, 18 de marzo de 2015

JUVENTUDES




Viéndolo bien no somos tan viejos, lo que pasa es que tenemos muchas juventudes acumuladas.
Francisco Arámburo

       Esto he leído en un escrito que me envió un hermano. Me dio que pensar, ya que tengo la costumbre de pensar en que, si es cierto que existe la reencarnación, yo, con mis años, siento que lo he hecho en muchas ocasiones.

       Tengo un amigo que recuerda casi con toda exactitud lo que ocurrió y lo que me ocurrió en casi todas las ocasiones en que compartimos las locuras comunes de la adolescencia y primera juventud. Debo confesar que siempre me asombro por dos motivos, a saber: que yo no me acuerdo en absoluto de los detalles, y muchas veces ni siquiera de la situación en sí, y que siempre me parece que me estuviera hablando de otra persona, o tal vez de mí misma pero de un pasado tan remoto que no puedo asimilar que fui yo el que vivió aquello. En esos casos me da la impresión de que no he vivido los años que tengo, sino algo así como diez o veinte veces más, e incluso algunos de esos años no como yo mismo, sino como otro ajeno por completo al mí mismo que ahora conozco.
     
       “Miguel, ¿recuerdas cuando en la feria de San Fernando te entró un apretón y no se te ocurrió nada mejor que llegarte a un campo cercano para obtener alivio, y para entrar en él tuviste que atravesar andando un seto de chumberas? Claro que, con lo que habías bebido, no te diste ni cuenta del dolor de las púas en tus piernas… te las estuvo quitando durante horas Mari Trini… ¿te acuerdas?”
       “Pues vagamente, sí,… ¡qué cosas! ¿de verdad hice yo eso?”
       –contesto yo, asombrado…-
     
       -¡Venga, no me jodas, no me digas que no te acuerdas…!
     
       ¿Y aquella vez que estuvimos toda una noche descargando el pescado del barco del padre de Pepe? ¡Joder… que frío pasamos…! Estuviste enfermo cuatro días…! ¡cajas de ochenta kilos! ¡y en pleno invierno…!
     
       -Si, hombre, claro que me acuerdo…- contesto, con poca convicción…
     
       Cuando pienso en estas cosas siempre viene a mi mente aquella sentencia que se hizo tan famosa de: “hay otros mundos, pero están en éste”, y así, parafraseándolo, pienso: “hay otras vidas, pero están en ésta”.
     
       De hecho dicen que es muy difícil recordar vidas anteriores, por aquello que dijeron los sabios griegos de que entre una y otra estamos obligados a beber el agua del río Leteo, la que, según cuentan, tiene la piadosa propiedad de sumirnos en el olvido de todo lo vivido con anterioridad. Me parece que yo la he bebido ya en muchas ocasiones en esta vida… aunque también sé que las cosas vividas con poca conciencia, o con ninguna, no se fijan en la memoria…
     
       Sí, sé que he sido joven, pero también que quizá nunca dejé de serlo, aunque el benéfico y piadoso manto de la madurez haya aportado un halo de serenidad y perdón a todas aquellas vidas… que, aunque sé que son mías, solo perviven para afianzar mi seguridad en que las juventudes se superponen, como dicen que dijo Francisco Arámburo y como me lo ha escrito mi hermano.
     
       Me enseñaron mis maestros algo que fue recogido de antiguas enseñanzas tibetanas, luego escritas en un pequeño libro titulado “La Voz del Silencio”:
     
       “Mata el recuerdo de pasadas experiencias”
     
       Nunca me lo propuse, aunque… quizá… lo vengo haciendo sin proponérmelo. Leí que Nietsche presumía de mala memoria. Yo también, y creo que para mi fortuna, presumo de lo mismo. Todo siempre es nuevo, todo siempre es fresco y todo siempre tiene algo que aportarme.
     
       Bendigo a Dios por ello.


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