sábado, 28 de febrero de 2015

LA MÚSICA DE LAS ESFERAS



A Hassan yo le llamo mi maestro de pintura. En realidad lo considero mi maestro de arte, no solo del arte de la pintura. Aunque reconozco que es un atrevimiento por mi parte, ya que para considerar a alguien tu maestro debes de ser tú un discípulo de manera digna, y no sé si lo soy o no.

De cualquier forma, su visión del arte me interesa sobremanera, me hace reflexionar sobre sus palabras, tratando siempre de no perderme ninguna, al igual que procuro no perderme ni uno solo de sus movimientos con el pincel sobre el lienzo. Y lo hago porque sé que cada una de sus palabras y de sus pinceladas tiene un valor en sí, y que la única manera de que dispongo para descubrir su sentido es observándolas con la máxima atención y reflexionando sobre su necesidad y su por qué.

No es un teórico de la pintura ni del arte. Es un artista. Y esto quiere decir que el arte no es algo ajeno a añadido a su ser, sino algo consustancial a él mismo, algo que le da consistencia y forma a los tejidos de su alma. Al decir de Beethoven, no vive de su música, sino en su música. Son dos cosas muy diferentes. El arte no es algo externo, algo que se ejercita en determinados momentos del día. El arte es algo consustancial, que se lleva dentro continuamente, al igual que el corazón late continuamente o los pulmones continuamente toman el aire y lo reparten por el cuerpo entero.

Muchas veces el arte ha sido nuestro tema de conversación. Y yo lo escucho fascinado porque sé que no me habla del arte. Me habla de él mismo.

Hoy, una vez más, y sabiendo de mi amor por la música, nos hablaba del paralelismo entre pintura y música. En realidad, pienso yo, y creo que él, que no es tal paralelismo, porque paralelas son dos cosas que marchan en la misma dirección pero separadas. Sería mejor quizá llamarlo comunión, o igualdad de esencias. Realmente les alimenta la misma esencia.

Y, abundando en lo mismo y abriendo un poco la mente, no son solo la pintura y la música, artes que ambos amamos, sino todas las otras artes. Todas las artes son comunes en su esencia.

Y al participar de la misma esencia, decía Hassan, todas tienen las mismas características universales, e incluso se puede usar la misma terminología para nombrarlas: armonía, tonalidad, equilibrio, composición, ritmo, dinámica, etc. etc.

Y yo, por mi parte, en este momento estoy dispuesto a no limitar las artes a las siete tradicionales, porque creo que hay muchas más. Tantas como actividades hay propias del ser humano. Pintura, escultura, música, arquitectura, etc. son actividades artísticas, sí.

Pero, ¿y el arte de amar, el arte de hablar, el arte de cocinar, el arte de cultivar las plantas, el arte de educar, el arte de enseñar, el arte de bailar, de mirar, de escuchar, de andar... y así hasta el infinito? ¿No es cierto que, según decían los antiguos griegos, a los discípulos de Pitágoras se les conocía simplemente por su manera de andar?

El arte impregna todo movimiento del alma humana y lo dignifica, lo hace propiamente humano. Lo hace humano, distingue al hombre de una máquina, la cual, aún haciendo algo más perfectamente que el hombre, nunca lo podrá hacer con arte, nunca le podrá dar alma.

Y en realidad, ¿qué nos distingue de otros seres de la creación? Pues el arte y la boina. Ya sabéis el chiste del lepero:

- Oye, chaval, ¿dónde está tu padre?
- Está en la pocilga, con los cerdos. Si no lo distingue usted, es el que lleva boina.




2 comentarios:

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

Hagamos lo que hagamos el secreto está en hacerlo por "AMOR al arte". Pienso que todo lo que hacemos con y por amor es arte.
Saludos

ABRAXAS CADIZ dijo...

Querida Teresa, el arte es el que nos guía hacia el arquetipo de la belleza...