martes, 19 de noviembre de 2013

INDIFERENCIA




















Hoy andaba por la calle con mi perro y me pregunté sobre la indiferencia. ¿Qué era, de dónde nacía, podía ser buena o mala, era síntoma de algo, existía realmente?

 Pensé que un filósofo, como ser humano que de todo se asombra, no podría ser indiferente a cosa alguna. Cualquier cosa, incluso las que parecen más nimias al hombre vulgar, es de gran interés para él.

 Una vez escuché que la cosa más insignificante, una vez que se observa detenidamente y con interés, poco a poco se vuelve más interesante y valiosa, al tiempo que cada vez nos resulta menos indiferente. Y creo que es así.

 Una hormiga lleva a lomos el ala de una mariposilla… ¡que tontería!
 El botijo siempre lo ponen sobre un plato lleno de agua… ¡manías!
 Las cabras no se comen el gramón… ¡y a mí que me importa!
Esta parte del mar no parece azul ni verde, parece marrón… bueno ¿y qué?
Etc., etc.

 Bueno, si, sé que hay muchas cosas muy importantes y de mucha trascendencia como para pararse en estas pequeñas cosas. Pero al menos a mí me ocurre que mis grandes cosas nacen de las aparentemente muy pequeñas. Un baobad nace de una pequeña semilla, y luego es gigantesco. Y al Principito le pareció tonta la manía del banquero que poseía estrellas y todos los días las contaba, aunque para él no tuvieran ningún significado, y solo le importara su posesión.

 ¿Realmente nos da igual lo que alguien piense, lo que alguien sienta, lo que alguien haga?

 ¿Nos da igual, en verdad, lo que vemos, oímos, saboreamos, olemos y tocamos?

 ¿Nos da igual lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿nos da igual es sufrimiento ajeno, la alegría ajena, la bondad ajena, la maldad ajena?

 ¿Por qué Francisco de Asís evitaba pisar una hormiga? ¿Es que era tonto?

 ¿Cómo es que a Leonardo da Vinci le daba por estudiar y profundizar en las materias más dispares, incluso jugándose la vida, como en sus estudios de anatomía?

 Pues no, creo que no tengo derecho a dejar entrar a la indiferencia en mi alma, y no creo que nada me pueda aportar sino abandono de mí mismo. Si el Universo es nuestro modelo humano, y Dios es la esencia del Universo, de nada nos serviría intentar descubrirlo si algo consideramos merecedor de nuestra indiferencia.

 Posiblemente la indiferencia sea lo más cómodo para el hombre, pero también lo menos humano.







3 comentarios:

Brisa dijo...

Lo tengo claro amigo, las cosas pequeñas mueven el mundo, la indiferencia mata. Yo no quiero que la vida me sea indiferente. Gracias por recordármelo.

Un fuerte abrazo ¡¡

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

La indiferencia es el mayor desprecio, la anulación absoluta de algo o de alguien desde un exiguo “punto de vista”, a través del cual, uno se cree erróneamente conocedor de todo el potencial del objeto o ser vivo. La indiferencia determina a la persona que la padece y la daña más que a nada y a nadie, declara la precaria visión de su alma.

Anónimo dijo...

Que es de un humano sin la capacidad de asombro?
Son las pequeñas cosas que al transitar de la vida no notamos las que realmente deberían apreciarse la vida es corta y ahy demasiado por que sorprenderse