domingo, 13 de septiembre de 2009

OTROS TIEMPOS...



Tuve, en mi trabajo, recién entrado, un jefe que era mucho mayor que yo, y que mis otros compañeros. Le quedaban quizá dos años para jubilarse. Y un día nos contó una anécdota que, en su día quizá no valoré en su justa medida, pero que nunca se me olvidó, y hoy os la voy a contar.

Refería que, cuando él era joven, se enteró de que el Ministro de la Guerra del gobierno de entonces fue amenazado por un grupo de delincuentes políticos, hoy llamados terroristas o soldados de liberación nacional, según quien los nombre. Y le amenazaron en la persona de su hija, quien –le dijeron- sufriría daños si él no se plegaba a sus peticiones.

Ese mismo día, el ministro solicitó a todos los medios de comunicación, radios y diarios, ya que no existía televisión, que publicaran, a ser posible en primera plana, los detalles del chantaje y posteriormente y señalando que era deseo personal de él, adjuntaran un mapa muy detallado del recorrido habitual de todos los días de su hija a través de Madrid, por la mañana y por la tarde.

Así lo hicieron todos sin excepción, desde el día siguiente y durante varias semanas.
Nada ocurrió a su hija. Y, pasado el tiempo, todo el mundo se olvidó del asunto.

Como podréis comprender, todos los compañeros nos quedamos perplejos, sin saber qué decir, resultándonos sorprendente y misteriosa la argucia del ministro, que, no entendíamos porqué había resultado tan efectiva.

Pasados unos minutos de silencio, durante los cuales todos esperábamos una explicación del jefe, este nos aclaró la argucia, hoy a todas luces inútil.

- Durante todo el tiempo, día y noche, noche y día, día tras otro, cada paso de su hija estuvo vigilado minuto a minuto, segundo a segundo –dijo-

- Pero… para eso tendrían que haber destinado a toda la policía de Madrid a su custodia –dijo un compañero.

-¡No, que va- dijo el jefe. No era la policía la que vigilaba. Los que vigilaban y cuidaban de la integridad de su hija era toda la delincuencia organizada de la ciudad, que, por cierto, era muy abundante.

- ¡Qué estupidez!- dijo alguien- ¿y, a ellos que les importaba?

Pues mucho, mucho… los delincuentes se jugaban mucho si algo le pasara a su hija. En ese caso sabían a ciencia cierta que lo pasarían muy mal. De ello se ocuparía el ministro…



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