sábado, 28 de febrero de 2009

EL PALÍN






       Cierta vez, y con intención de arreglar mi huerto, fui a un comercio de Chiclana a comprar un palín. Me habían dicho que era un instrumento muy útil, no solo para el huerto, sino para plantar árboles, hacer parterres y otras cosas.
       
       Fue fácil encontrarlo. Al parecer era una herramienta de uso muy común entre los camperos. Cogí uno que me pareció fuerte y fui a la caja a pagar.
       
       Allí, junto a mí, estaba un campero de los de antes. Era anciano, como de setenta años al menos, con su piel arrugada por los soles, su gorra de visera y su mirar socarrón. Me miraba como yo sonreía ilusionado con mi palín en la mano, imaginándome lo bien que dejaría mi campito y el huerto.
       
       Sin más, me abordó y me dijo:
       
       -Joven, ¿ya sabe qué tiene que hacer con ese palín?
       
       Le respondí un tanto confuso:
       
       -Bueno, algo me han explicado. Se hunde en la tierra, se clava con un golpe de los pies y luego, haciendo fuerza de su largo mango hacia uno, se levanta el trozo de tierra que se pretende. Es trabajoso, pero es indispensable para muchas faenas del campo.
       
       -Nada de eso- me respondió. Cuando llegue a su casa lo que tiene que hacer es meterlo detrás de la puerta más escondida de su campo y olvidarse inmediatamente de que está ahí. Se ahorrará muchas fatigas...
       
       Le sonreí, agradeciéndole y festejando su ingenio...
       
       Esta anécdota graciosa, inevitablemente gaditana, se me quedó grabada, y a veces la cuento a mis amigos como un chiste que viene a cuento cuando tratamos por todos los medios de evitar un trabajo fatigoso, aún teniendo los medios para hacerlo.
       
       Y hoy os la cuento con un motivo muy concreto.
       
       He oído decir que, ante situaciones dolorosas que nos trastornan, lo mejor es meterlas detrás de una puerta que rara vez se abre. Quiere decirse, olvidarlas y enterrarlas. ¿De qué nos serviría mirarlas, si nos va a recordar que hay trabajo por hacer y que, además, disponemos de la herramienta para ello? No tendríamos excusa para no abordar el trabajo.
       
       No niego que, a veces, sea preciso borrar de nuestro presente algunas cosas para las que, de momento, no disponemos ni de herramientas ni de fuerzas para afrontarlas. En muchos casos es estrictamente indispensable hacerlo. Intentar torear a un toro sin conocimiento, sin capote, ni muleta, ni cuadrilla que esté al quite, es un suicidio. El toro a buen seguro que nos destripará.
       
       Pero es nuestra responsabilidad saber que eso está ahí, sin resolver, en espera de que crezcamos y de que, una vez fuertes, seguros, y con las armas necesarias, nos echemos al ruedo y breguemos con ese toro.
       
       El hecho de que ese toro esté encerrado en nuestro interior no nos libra de sus cornadas. Las da, y muchas, pero, insensibilizándonos de las heridas recibidas, pretendemos vivir como si nada hubiera ocurrido.
       
       Pero, como se suele decir, la realidad es muy tozuda, y, a pesar de negar su existencia, sigue ahí, como un tumor que espera pronto su cirugía.
       
       ¿El olvido lo curará? ¿El tiempo lo hará más débil cada vez? ¿Se sanará solo, por sí mismo? Sabemos que no. Somos nosotros mismos los responsables, somos nuestros propios cirujanos, somos los toreros.
       
       Y si hacemos caso de tan disparatada recomendación, pasaremos toda nuestra vida arrastrando asuntos sin resolver, que nos irán carcomiendo, sin que logremos saber cómo ni por qué, nuestro ser interior.



       
       



jueves, 26 de febrero de 2009

C4371LL03 D3 4R3N4




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CARNAVAL DE CÁDIZ

CARNAVAL DE CÁDIZ

CARNAVAL DE CÁDIZ

martes, 24 de febrero de 2009

sábado, 21 de febrero de 2009

LA PODEROSA FUERZA DEL EJEMPLO

Os ofrezco hoy un maravillos vídeo donde se muestra el poderío inmenso del ejemplo, de la bravura y de la voluntad de hierro. La fuerza de un solo niño posee más energía que cualquier ingenio contruido por el hombre.
Un vídeo que he tomado del excelente blog de mi amiga Mariní: CIELO Y TIERRA.


jueves, 19 de febrero de 2009

EL PROGRESO VIRTUAL


Os hablaba hace unos días del “progreso pulcro”. Y esta mañana, no recuerdo con ocasión de qué cosa que me sucedió, empecé a pensar en que otra de las características típicas de nuestro “progreso” es su carácter de “virtual”. Este nuevo rasgo, que empezó a aparecer en mí como os digo esta mañana, se me confirmó esta misma tarde. 

       Estaba yo tomando café en mi plaza preferida, que como conocéis es la de San Francisco. Apareció por detrás de mí mi amiga Helena, y se sentó conmigo.
       
 ¿Qué vas a tomar? –le pregunté- ¿Café? ¿Cerveza?
- No, pídeme un “Seven Up”-
- ¡Ay la leche que te dieron! ¿Tienes que pedir esa pamplina, que solo es agua con boquetes y aroma artificial de limón?-
 –Sí, sí, pídeme un “Seven Up”-. 
Le pedí una cosa de esas, que además, cuando lo vi no se llamaba así, se llamaba “Sprite”. En fin –pensé- cosa de americanos.

Y este “sucedío” me hizo decidirme a escribiros sobre lo que he titulado “El progreso virtual”.

En realidad lo he llamado virtual  para englobar conceptos, pero lo cierto es que virtual viene de “virtud”, y precisamente, todo lo que nos rodea en nuestro progreso carece de la virtud que le es propia y por la cual cada cosa es lo que es. Me explico.

Recuerdo una vez que mi amigo "er Mata", me hablaba de cómo le sorprendió y le dejó fascinado un anuncio que vio en su día de una cosa que se llamaba "Tang". Se trataba de un sobre de polvos de color naranja (color artificial). Esos polvos se echaban en agua, se removían con una cucharilla y se obtenía un maravilloso zumo de naranjas de Valencia. ¡Enseguía! ¡Desde cuando sabe un yanqui o un noruego lo que es un zumo de naranjas de Valencia!

       Pero todo sería normal (hay una ingente cantidad de tonterías por el estilo), si no fuera porque en el anuncio se hacía énfasis en que lo mejor del asunto era que tenía un portentoso sabor y color de zumo de naranjas ¡y no tenía nada de naranjas! Esto último se presentaba como lo mejor del hallazgo. Era un descubrimiento maravilloso. Habíamos obtenido un espléndido zumo de naranjas sin nada de naranja. Era el “sumum” del progreso, el mejor descubrimiento en zumos. 

Escucho a veces en la tele (desde la habitación de al lado, por supuesto), un anuncio en que un fulano va y dice:

- En las estanterías de su supermercado, señora, podrá encontrar el zumo tal, que tiene un cinco por ciento de zumo de naranjas (habría que ver las naranjas), y nuestro zumo cual, que tiene ¡el doble de zumo!- 
       
        Si Pitágoras no miente, cinco por dos es diez, así que el mayestático zumo tiene el diez por ciento de dudoso zumo. Si serán subnormales, cuando por un euro me compro en La Plaza dos kilos de naranjas de verdad, que tienen ¡el cien por cien de zumo! Y zumo de verdad. Pero lo mío no es progreso, y resulta que soy un anticuado y un retrógrado. 
       
       Ocurre algo parecido con los paquetes que compran los niños (americanizados), de cereales para echarles leche. 

       –Señora, compre Vd. esto, que tiene mucho alimento, que está hecho de cereales. No te fastidia, y el pan de campo que yo compro en la esquina de mi casa, de qué está hecho ¿de cemento? Y por cierto, que con los cereales que tiene un paquetón de esos, que además no caben en ningún sitio, no se haría ni un panecillo para la Barbie. 
– ¡Oiga, es que tienen miel, y vitaminas!  -¡Tu padre, tu padre y tu padre!
       
       Bien, pues en el progreso virtual nada es lo que parece, o mejor dicho, todo carece de su virtud esencial, es decir aquello que debe conseguir que lo que sea, sea eso mismo. El café, sin cafeína. El tabaco, sin nicotina. La cerveza, sin alcohol. Las rosas...  ya las hay sin espinas. En Japón han inventado la mascota mecánica, que ni come ni caga ni mea ¡horror". Y si vas a una discoteca y ligas, (después de un gran trabajo), y cuando llega el momento, ¡zás!,  menudo paquete que tienen “la niña”.Y así... todo. 
       
       Y ocurre que vas y pides un café con leche en cualquier lugar “progre” tipo yanqui y te ponen lo siguiente:
Un café hecho con unos polvos fabricados por supuesto sin café, una leche (la que le dieron) hecha de unos polvos que nada tienen que ver con la ubre de ninguna vaca, y un azúcar fabricada a base de un edulcorante que no tiene relación alguna ni con la caña de azúcar, ni con la remolacha ni con ninguna otra cosa que contenga la más mínima cantidad de azúcar. El agua en que va disuelta semejante porquería seguramente la habrán sacado de alguna depuradora en mal estado.
       
       Pero no es solo la comida la que se está convirtiendo en “virtual”. Es todo. Una vez dije que mi propósito en la vida fue siempre encontrar lo auténtico en todas las cosas. Y expliqué a qué me refería. No me gusta jugar a las casitas. Quiero decir con esto que generalmente, jugamos a las cosas, no las tomamos en serio. 
       
       Escucho a mucha gente decir que le gustaría saber tocar algún instrumento (aparte del suyo). Y van y se compran una odiosa pianola donde están todos los ritmos y todos los instrumentos, de esas que se enchufan. O bien se compran una flauta dulce de las de plástico. O se apuntan a un método “rápido” en el que se incluyen “partituras” arregladas y fáciles de autores clásicos. Y también gente que compran discos con versiones de obras clásicas “con ritmo” añadido, es decir, con una batería marcándoles el ritmo (por si no lo captan), con lo cual cualquier sinfonía de Beethoven resulta bailable. ¡Horror!
       
       Métodos fáciles para aprender inglés, ruso o rumano en dos meses. Aprenda pintura por correspondencia, etc., etc.
       
       Todo esto no es serio, y cualquiera que haya pretendido hacer algo serio lo sabe perfectamente.
       
       Si pretendemos aprender música y dominar un instrumento (no de plástico y cables, sino de verdad), es preciso dedicarse a ello seriamente y con profundidad. Asistir a clases, estudiar, machacar constantemente el instrumento, etc. 
       
       Por lo general, cuando acudimos a un concierto vemos solo el resultado, pero no la preparación anterior al mismo. Recuerdo que cuando cantamos el Stabat Mater de Haydn, con la Coral, que fue en Semana Santa, llevábamos preparándola desde el mes de octubre anterior. Y eso contando con que todo el mundo sabía música y el director del coro era catedrático de Canto Coral en el Conservatorio y que es actualmente el director de la orquesta Manuel de Falla. Así y todo exigió meses de preparación. 
       
       Pero todo esto el que va al concierto no lo sabe, ni lo imagina. Cree que todos los que cantan, así como los intérpretes de la orquesta son una especie de monstruos o ángeles asistidos por una ciencia divina. 
       
       Igual ocurre cuando asistimos a un concierto de piano. ¡Que facilidad tiene el pianista! ¡No se le ven las manos corriendo por el teclado! ¡Que habilidad! Pues por supuesto que tendrá arte y habilidad, pero lo que no imaginamos es cuantas horas habrá pasado a solas delante de las teclas y cuántos cientos de veces ha repetido aquél pasaje de la partitura que nos fascina.
       
       ¿Os gusta el circo? A mi sí, y además, aunque no me gustara daría igual. Debo acompañar a mi hijo. Ventajas de tener un niño. Pues bien, cuando veo los movimientos del trapecista o a la trapecista (me fijo más), o al que tira toda clase de cosas por alto a la vez y además lo recoge, no nos explicamos cómo, sin dejar caer nada, exclamamos: 
       -¡Qué arte, que habilidad!-
       
       Podríamos preguntarle cuántas veces cayó a la red antes de dominar el ejercicio o cuantos porrazos se dio en la cabeza con los bolos o con los platos.
       
       Escuché no sé dónde que la facilidad con que el artista realiza su obra la atribuimos a su arte natural, cuando en realidad es producto de su trabajo incansable. Creo que era Rubistein, el magnífico pianista, quien decía: 
       
       -“Cuándo solo llevo un día sin tocar el piano me lo noto yo mismo. Si llevo dos, me lo notan los críticos. Y si llevo tres días sin ensayar lo nota el público en mis conciertos... “-
       
       Si hay que escuchar música, tratemos de formarnos el gusto por una buena música que nos eleve el espíritu. 
       
       Si hay que comer, comamos alimentos genuinos, sanos y auténticos. Si hay que leer, leamos libros sanos. 
       
       Estas cosas ya nos las dijo el rey Alfonso X, que por algo le apodaron “el sabio”:

Quemad viejos leños
Bebed viejos vinos
Leed viejos libros
Tened viejos amigos

Ojo, que no dice libros viejos ni amigos viejos, que no es lo mismo.







domingo, 15 de febrero de 2009

ENCONTRAR A DIOS

Hoy quiero, en honor a mi Maestro, fundador de la Escuela de Filosofía Nueva Acrópolis, ofreceros uno de sus escritos, en el que trata con claridad el controvertido asunto de "actualidad" de la existencia de Dios.


La Humanidad jamás hubiese dominado la materia natural de su entorno si no hubiese sido por un hecho aparentemente sobrenatural que es la intuición de Dios. Esto y no otra cosa la diferenció definitivamente de las bestias.

Según las más antiguas tradiciones –que no contradicen a las últimas investigaciones de la ciencia- el que habitualmente se llama “Homo Sapiens” no fue el comienzo de la Humanidad, sino los restos de una forma anterior cuya cultura y civilización fue destruida, generando otra nueva, la actual.

Lo característico de este “Homo Sapiens”, y lo que le diferencia del degenerado humanoide al que se denomina “Homo Habilis”, es que desde el principio, toda su vida, reflejada en los restos de sus obras, está impregnada de magia, es decir, de una instrumentación metafísica al servicio de un contacto, más o menos misterioso, entre su propia identidad espiritual y lo Divino.

Los cultos a la Gran Madre o al Padre Oso no son más que formas externalizadas de una percepción viva y permanente de un “Algo” que está más allá de lo estrictamente visible, con un número indeterminado de intermediarios, desde los Espíritus de la Naturaleza hasta los grandes Dioses que rigen el destino de los astros, incluyendo nuestra propia Tierra. A través de los centenares de milenios, de los ciclos y de las vicisitudes de todo tipo, el Hombre trató de comprender más o menos intelectualmente esa Intuición Instintiva de sus antepasados. Y así como algunos se especializaron en el manejo de la madera o de la piedra, otros lo hicieron respecto a lo metafísico y al resumen de los conocimientos más elevados, una Magna Ciencia que se conoció luego como Magia.

Pero la internalización de estos conocimientos espirituales fue diferenciando, en el contexto de cada pueblo, la casta de los sacerdotes. Éstos pronto comprendieron que sus vivencias espirituales no eran transferibles a las masas si no lo hacían a través de parábolas, cuentos anecdóticos, reglas morales y un ceremonial que ayudase a los menos favorecidos en sus contactos con lo Divino a percibirlo aunque fuese esporádicamente. Así nacieron todas las religiones. Pues Aquel que había recibido la Chispa Divina en Su Seno y la posibilidad de expresarla de manera sencilla y codificada, se convirtió en el fundador de una religión.

A pesar de las terribles pérdidas que la ignorancia y vocación por la destrucción que aún sienten casi todos los seres humanos han provocado, nos quedan los restos más o menos enteros de las últimas religiones que en el Mundo ha habido. Estos restos se adaptan al momento histórico y al lugar geográfico en que fueron emitidos, y así es lógico entender que un Sidarta Gotama Buda, en el siglo VI antes de la Era Corriente, no pudo haber dado el mismo Mensaje que un Jesús el Cristo, quinientos o seiscientos años más tarde en otro tiempo y otro lugar.

En el mundo actual existen millones de aparentes ateos y también millones de creyentes de alguna de las grandes religiones, como ser el Brahmanismo, el Budismo, el Cristianismo, el Judaísmo o el Islamismo. Junto a ellas existen miles de sectas de estas mismas creencias y otras de origen confuso.

¿Por qué decimos “aparentes ateos”?

Porque si bien los hay que legítimamente no creen ni perciben a Dios de ninguna manera, y hasta proclaman que éste es un concepto completamente artificial creado a la sombra del terror que inspira la muerte, la mayor parte rechaza, no tanto la posibilidad de una Inteligencia Cósmica movida por una necesidad o Voluntad Superior, sino las formas infantiloides con que las religiones en general presentan los grandes misterios que acucian al Hombre desde su origen.

Los extraordinarios avances tecnológicos y las vías de conocimiento científico que se han abierto a la experiencia humana en los últimos dos o tres siglos, han hecho insostenibles las más populares creencias sobre un Universo creado hace menos de 7.000 u 8.000 años, los infiernos y paraísos físicos, la resurrección de la carne o los mares que se abren para que pasen los pueblos elegidos y se cierran para ahogar a sus enemigos. Hoy hay muchas personas que viven con el corazón o el hígado injertado a partir de un cuerpo ajeno, vuelan en aparatos que superan largamente las más altas montañas y dan la vuelta al mundo, y existen otros artefactos fabricados por manos humanas que han sobrepasado todos los “cielos” que figuraron durante milenios en los Libros Sagrados. Y junto a estos éxitos indudables, como tantos otros que sería tedioso mencionar, el Hombre va descubriendo que el planeta en el que se asienta es como un ser vivo más, y que sus habitantes, sean vegetales, animales o humanos, tienen cuerpos maravillosamente diseñados, con índices de rendimiento, supervivencia y reproducción que ninguna máquina puede lograr.

Sin embargo, el materialismo imperante hace que esas maravillas no pasen de ser objeto de curiosidad, y que en lo religioso se siga exigiendo a los viejos textos, tantas veces distorsionados, las respuestas a todas las preguntas, entre ellas, la muy fundamental del arte de encontrar a Dios. Y cuando no se hallan, no se niega el texto o se buscan sus simbolismos, sino que se niega la existencia del Ser Divino, con su secuela de angustia, depravaciones y maldades.

Este error es funesto para la calidad del Hombre y lo bestializa, haciéndole “caer hacia atrás” en el ateísmo más estúpido o en el fanatismo más cerrado.

Proponemos otra vía, que es la filosófica a la manera clásica.

Esta vía puede, con relativa facilidad, llevarnos al encuentro con Dios en nosotros y en todo nuestro entorno.

Si detenemos nuestra inercia materialista, nuestro “peso” de angustias, ignorancias y cegueras, descubriremos de manera sencilla que todas las cosas, desde las estructuras subatómicas hasta los nidos de galaxias, pasando por los diseños artístico-funcionales de las alas de un insecto hasta el esqueleto que sustenta nuestras carnes mortales, están pensadas y calculadas con sobrehumana precisión. Que es evidente una ecología funcional que relaciona todos los elementos universales, regidos por leyes cíclicas sapientísimas.

Deteneos y observad.

Ved la armonía maravillosa que encierran los pétalos de una flor o las estructuras cristalinas. Ellas, de por sí, jamás pudieron “pensarse” de manera de volverse tan perfectas y asombrosas. Tiene que haber “Algo” que las pensó y diseñó, y ese Pensamiento necesita de una Voluntad que lo genere y justifique.

Un sano “Panteísmo Filosófico” demuestra a los humanos inteligentes y libres de prejuicios la presencia de un “Algo Superior” al que bien podemos llamar Dios, y que expresado a través de innúmeros intermediarios, plasmó tales maravillas. Ese “Algo” no ha olvidado a nadie ni a nada. Todo está inteligentemente vivo y es eficaz.

Deteneos y observad.

No es pérdida de tiempo, sino todo lo contrario la contemplación activa de esos prodigios que se dan en los múltiples ojos de una mosca o en la estructura aerodinámica de una golondrina.

Los materialistas dicen que todo esto es fruto de la evolución, de la casualidad, etc. Los nombres no interesan... una evolución inteligente que aprovecha las experiencias, y una casualidad que no tiene nada de “casual” sino que es un eslabonamiento de causas y efectos, demuestran que nuestro Universo y nosotros mismos estamos dentro de un “Macrobios”, de un Super-Ser que ha motivado una super-existencia de funcionalidad prodigiosa. Y en ella estamos inmersos y ella está en nosotros, en todos nuestros aspectos y planos de conciencia.

Todo es Dios

Pues si así no lo fuese, si una sola mota de polvo estuviese carente de Dios, esta mota de polvo limitaría a Dios y esto es una aberración ya que el atributo esencial de Dios es, por fuerza, la omnipresencia en todo y todas las cosas y seres, los que, si no existiese Dios, tampoco existirían. Esa mota de polvo de nuestro ejemplo, vista a través de un poderoso microscopio, se nos revelará como un micro-universo tan armónico, vivo y eficaz como el Sistema Solar.

Si recobramos el actualmente casi perdido arte de encontrar a Dios, nos liberaremos de muchas limitaciones, racismos y fanatismos. Nos liberaremos de la angustia y seremos naturalmente voluntariosos, buenos y justos.

Dios no es un juez severo, ni un padre, ni una madre, ni un verdugo... Dios es simplemente DIOS... Quien lo encuentra, lo sabe.

Jorge Ángel Livraga


jueves, 12 de febrero de 2009

CÁDIZ, TORRES MIRADORES

From CADIZ
Torres de Cádiz, ojos del cielo, gaviotas de luz, centinelas perennes, ¡vigilad siempre el camino de nuestra tierra! 




martes, 10 de febrero de 2009

LO MATERIAL Y LO INMATERIAL

   
 

     La consideración de lo material como lo único real y de valor en la vida del hombre, y por extensión, de la Naturaleza y el Cosmos, está tan asentada hoy día y tan admitida sin discusión como lo único existente, que constantemente se omite nombrarla. Se da por supuesto que cuando se habla de cualquier cosa se entiende que se habla de lo material. ¿De qué si no?
       
       Así cuando se dicen cosas como:
       “Un buen trabajo hace la vida mejor”
       Nunca se aclara la cuestión, pues nunca se dice:
       “Un buen trabajo hace la vida material mejor”
       
       O también:
        “Cuando en casa trabajan los dos, y hay dos sueldos, se vive mejor en la familia”
       Nunca se dice:
       “Cuando en casa trabajan los dos, y hay dos sueldos, se vive mejor materialmente en la familia”
       
       Y también:
       "La ciencia está haciendo la vida mejor."
       Cuando deberíamos decir:
       "La ciencia está haciendo la vida material mejor."
       
       O por ejemplo:
       "La educación necesita más medios para mejorar."
       Cuando se quiere decir:
       "La educación necesita más medios materiales para mejorar."
       
       Al parecer a nadie le importa cualquier otra cosa en la vida que lo material. Y la economía, como medio de obtener lo material.
       
       A mí me parece un síntoma claro de locura, pues, como frecuentemente digo a mi hijo, las mejores cosas de la vida son las gratuitas, y dentro de las gratuitas, las inmateriales.
       
       ¿Qué cosas son fundamentales para la vida y gratuitas (de momento)?
       
       El sol, sin el que moriríamos casi inmediatamente.
       El aire, sin el que no podemos vivir más de cinco minutos.
       El agua, sin la que no se puede vivir varios días.
       El planeta que habitamos y que nos sostiene y alberga.
       
       ¿Qué cosas son de lo mejor de la vida?
       La familia y la convivencia.
       Los amigos y la amistad.
       El amor entre hombre y mujer.
       El trabajo.
       Formar parte de un grupo afín.
       
       La naturaleza, en sus infinitas expresiones y manifestaciones. El mar, las playas, las montañas, los ríos, los valles, las múltiples plantas, todo tipo de animales, los hermosos minerales, el cielo infinito, las estrellas, la nostálgica luna, en fin, la vida que nos rodea y nos envuelve.
       
       Lo divino, como expresión de lo excelso en cualquier sentido que como seres humanos podamos comprender, el arte, la belleza, la historia humana, las fecundas enseñanzas heredadas de la antigüedad.
       
       Y todo lo que, sin ninguna duda, podéis añadir. Todo eso, que es lo que en la vida nos hace ser dichosos, no tiene nada, o casi nada, de material.
       
       Pero… insistimos en que lo que vale es lo material, lo que cuesta mucho dinero, lo que nos da distinción y valor frente a otros…
       
       En fin, ¡qué le vamos a hacer…! ¡Allá ellos!
       
                                                                          
       

viernes, 6 de febrero de 2009

LA FÁBULA DE UN PERRO SABIO



Un señor va de cacería al África y lleva a su perrito. Un día, el perrito se aleja del grupo, se extravía y comienza a vagar solo por la selva.

En eso ve a lo lejos que viene una pantera enorme a toda carrera.

Al ver que la pantera lo va a devorar, piensa rápido qué hacer.

En eso ve un montón de huesos de un animal muerto y empieza a mordisquearlos.
Cuando la pantera está a punto de atacarlo, el perrito dice:

 - ¡¡¡Ah, qué rica pantera me acabo de comer!!!

La pantera lo alcanza a escuchar y, frenando en seco, gira y sale despavorida pensando:

¡¡¡Quién sabe qué animal será ese. A ver si me come a mí también!!!

Un mono que andaba trepando en un árbol cercano, oyó y vio la escena.
Sin más, salió corriendo tras la pantera para contarle cómo la había engañado el perrito:

 "¡Pantera estúpida, esos huesos ya estaban ahí! ¡Además, es sólo un simple perrito!"

La pantera, endemoniada, sale corriendo a buscar al perrito con el mono montado en el lomo. El perrito ve a lo lejos que viene nuevamente la pantera con el mono y se da cuenta de que este último le había ido con el chisme.

¿Y ahora qué hago?, piensa todo asustado. Entonces, en vez de salir corriendo, se queda sentado dándoles la espalda, como si no los hubiera visto, y cuando la pantera ya  estaba cerca para atacarlo de nuevo, el perrito exclama:

¡¡¡ Este mono hijueputa, hace como media hora que lo mandé a traerme otra pantera y todavía no aparece!!!

De nuevo la pantera frena en seco, gira y sale despavorida, claro, no sin antes desquitar su ira y su hambre con el mono. 

Me lo mandó un amigo, desconozco su autor.


martes, 3 de febrero de 2009

CÁDIZ, LA ALAMEDA

From CADIZ
Un bello rincón de este paseo sobre el mar...



domingo, 1 de febrero de 2009

INDIFERENCIA



Hoy andaba por la calle con mis perros y me pregunté sobre la indiferencia. ¿Qué era, de dónde nacía, podía ser buena o mala, era síntoma de algo, existía realmente?

Pensé que un filósofo, como ser humano que de todo se asombra, no podría ser indiferente a cosa alguna. Cualquier cosa, incluso las que parecen más nimias al hombre vulgar, es de gran interés para él. 

Una vez escuché que la cosa más insignificante, una vez que se observa detenidamente y con interés, poco a poco se vuelve más interesante y valiosa, al tiempo que cada vez nos resulta menos indiferente. Y creo que es así.

Una hormiga lleva a lomos el ala de una mariposilla… ¡que tontería!
El botijo siempre lo ponen sobre un plato lleno de agua… ¡manías!
Las cabras no se comen el gramón… ¡y a mí que me importa!
Esta parte del mar no parece azul ni verde, parece marrón… bueno ¿y qué?
Etc., etc.

Bueno, si, sé que hay muchas cosas muy importantes y de mucha trascendencia como para pararse en estas pequeñas cosas. Pero al menos a mí me ocurre que mis grandes cosas nacen de las aparentemente muy pequeñas. Un baobad nace de una pequeña semilla, y luego es gigantesco. Y al Principito le pareció tonta la manía del banquero que poseía estrellas y todos los días las contaba, aunque para él no tuvieran ningún significado, y solo le importara su posesión.

¿Realmente nos da igual lo que alguien piense, lo que alguien sienta, lo que alguien haga?

¿Nos da igual, en verdad, lo que vemos, oímos, saboreamos, olemos y tocamos?

¿Nos da igual lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿nos da igual es sufrimiento ajeno, la alegría ajena, la bondad ajena, la maldad ajena?

¿Por qué Francisco de Asís evitaba pisar una hormiga? ¿Es que era tonto?

¿Cómo es que a Leonardo da Vinci le daba por estudiar y profundizar en las materias más dispares, incluso jugándose la vida, como en sus estudios de anatomía?

Pues no, creo que no tengo derecho a dejar entrar a la indiferencia en mi alma, y no creo que nada me pueda aportar sino abandono de mí mismo. Si el Universo es nuestro modelo humano, y Dios es la esencia del Universo, de nada nos serviría intentar descubrirlo si algo consideramos merecedor de nuestra indiferencia.

Posiblemente la indiferencia sea lo más cómodo para el hombre, pero también lo menos humano.