Os hablaba hace unos días del “progreso pulcro”. Y esta mañana, no recuerdo con ocasión de qué cosa que me sucedió, empecé a pensar en que otra de las características típicas de nuestro “progreso” es su carácter de “virtual”. Este nuevo rasgo, que empezó a aparecer en mí como os digo esta mañana, se me confirmó esta misma tarde.
Estaba yo tomando café en mi plaza preferida, que como conocéis es la de San Francisco. Apareció por detrás de mí mi amiga Helena, y se sentó conmigo.
¿Qué vas a tomar? –le pregunté- ¿Café? ¿Cerveza?
- No, pídeme un “Seven Up”-
- ¡Ay la leche que te dieron! ¿Tienes que pedir esa pamplina, que solo es agua con boquetes y aroma artificial de limón?-
–Sí, sí, pídeme un “Seven Up”-.
Le pedí una cosa de esas, que además, cuando lo vi no se llamaba así, se llamaba “Sprite”. En fin –pensé- cosa de americanos.
Y este “sucedío” me hizo decidirme a escribiros sobre lo que he titulado “El progreso virtual”.
En realidad lo he llamado virtual para englobar conceptos, pero lo cierto es que virtual viene de “virtud”, y precisamente, todo lo que nos rodea en nuestro progreso carece de la virtud que le es propia y por la cual cada cosa es lo que es. Me explico.
Recuerdo una vez que mi amigo "er Mata", me hablaba de cómo le sorprendió y le dejó fascinado un anuncio que vio en su día de una cosa que se llamaba "Tang". Se trataba de un sobre de polvos de color naranja (color artificial). Esos polvos se echaban en agua, se removían con una cucharilla y se obtenía un maravilloso zumo de naranjas de Valencia. ¡Enseguía! ¡Desde cuando sabe un yanqui o un noruego lo que es un zumo de naranjas de Valencia!
Pero todo sería normal (hay una ingente cantidad de tonterías por el estilo), si no fuera porque en el anuncio se hacía énfasis en que lo mejor del asunto era que tenía un portentoso sabor y color de zumo de naranjas ¡y no tenía nada de naranjas! Esto último se presentaba como lo mejor del hallazgo. Era un descubrimiento maravilloso. Habíamos obtenido un espléndido zumo de naranjas sin nada de naranja. Era el “sumum” del progreso, el mejor descubrimiento en zumos.
Escucho a veces en la tele (desde la habitación de al lado, por supuesto), un anuncio en que un fulano va y dice:
- En las estanterías de su supermercado, señora, podrá encontrar el zumo tal, que tiene un cinco por ciento de zumo de naranjas (habría que ver las naranjas), y nuestro zumo cual, que tiene ¡el doble de zumo!-
Si Pitágoras no miente, cinco por dos es diez, así que el mayestático zumo tiene el diez por ciento de dudoso zumo. Si serán subnormales, cuando por un euro me compro en La Plaza dos kilos de naranjas de verdad, que tienen ¡el cien por cien de zumo! Y zumo de verdad. Pero lo mío no es progreso, y resulta que soy un anticuado y un retrógrado.
Ocurre algo parecido con los paquetes que compran los niños (americanizados), de cereales para echarles leche.
–Señora, compre Vd. esto, que tiene mucho alimento, que está hecho de cereales. No te fastidia, y el pan de campo que yo compro en la esquina de mi casa, de qué está hecho ¿de cemento? Y por cierto, que con los cereales que tiene un paquetón de esos, que además no caben en ningún sitio, no se haría ni un panecillo para la Barbie.
– ¡Oiga, es que tienen miel, y vitaminas! -¡Tu padre, tu padre y tu padre!
Bien, pues en el progreso virtual nada es lo que parece, o mejor dicho, todo carece de su virtud esencial, es decir aquello que debe conseguir que lo que sea, sea eso mismo. El café, sin cafeína. El tabaco, sin nicotina. La cerveza, sin alcohol. Las rosas... ya las hay sin espinas. En Japón han inventado la mascota mecánica, que ni come ni caga ni mea ¡horror". Y si vas a una discoteca y ligas, (después de un gran trabajo), y cuando llega el momento, ¡zás!, menudo paquete que tienen “la niña”.Y así... todo.
Y ocurre que vas y pides un café con leche en cualquier lugar “progre” tipo yanqui y te ponen lo siguiente:
Un café hecho con unos polvos fabricados por supuesto sin café, una leche (la que le dieron) hecha de unos polvos que nada tienen que ver con la ubre de ninguna vaca, y un azúcar fabricada a base de un edulcorante que no tiene relación alguna ni con la caña de azúcar, ni con la remolacha ni con ninguna otra cosa que contenga la más mínima cantidad de azúcar. El agua en que va disuelta semejante porquería seguramente la habrán sacado de alguna depuradora en mal estado.
Pero no es solo la comida la que se está convirtiendo en “virtual”. Es todo. Una vez dije que mi propósito en la vida fue siempre encontrar lo auténtico en todas las cosas. Y expliqué a qué me refería. No me gusta jugar a las casitas. Quiero decir con esto que generalmente, jugamos a las cosas, no las tomamos en serio.
Escucho a mucha gente decir que le gustaría saber tocar algún instrumento (aparte del suyo). Y van y se compran una odiosa pianola donde están todos los ritmos y todos los instrumentos, de esas que se enchufan. O bien se compran una flauta dulce de las de plástico. O se apuntan a un método “rápido” en el que se incluyen “partituras” arregladas y fáciles de autores clásicos. Y también gente que compran discos con versiones de obras clásicas “con ritmo” añadido, es decir, con una batería marcándoles el ritmo (por si no lo captan), con lo cual cualquier sinfonía de Beethoven resulta bailable. ¡Horror!
Métodos fáciles para aprender inglés, ruso o rumano en dos meses. Aprenda pintura por correspondencia, etc., etc.
Todo esto no es serio, y cualquiera que haya pretendido hacer algo serio lo sabe perfectamente.
Si pretendemos aprender música y dominar un instrumento (no de plástico y cables, sino de verdad), es preciso dedicarse a ello seriamente y con profundidad. Asistir a clases, estudiar, machacar constantemente el instrumento, etc.
Por lo general, cuando acudimos a un concierto vemos solo el resultado, pero no la preparación anterior al mismo. Recuerdo que cuando cantamos el Stabat Mater de Haydn, con la Coral, que fue en Semana Santa, llevábamos preparándola desde el mes de octubre anterior. Y eso contando con que todo el mundo sabía música y el director del coro era catedrático de Canto Coral en el Conservatorio y que es actualmente el director de la orquesta Manuel de Falla. Así y todo exigió meses de preparación.
Pero todo esto el que va al concierto no lo sabe, ni lo imagina. Cree que todos los que cantan, así como los intérpretes de la orquesta son una especie de monstruos o ángeles asistidos por una ciencia divina.
Igual ocurre cuando asistimos a un concierto de piano. ¡Que facilidad tiene el pianista! ¡No se le ven las manos corriendo por el teclado! ¡Que habilidad! Pues por supuesto que tendrá arte y habilidad, pero lo que no imaginamos es cuantas horas habrá pasado a solas delante de las teclas y cuántos cientos de veces ha repetido aquél pasaje de la partitura que nos fascina.
¿Os gusta el circo? A mi sí, y además, aunque no me gustara daría igual. Debo acompañar a mi hijo. Ventajas de tener un niño. Pues bien, cuando veo los movimientos del trapecista o a la trapecista (me fijo más), o al que tira toda clase de cosas por alto a la vez y además lo recoge, no nos explicamos cómo, sin dejar caer nada, exclamamos:
-¡Qué arte, que habilidad!-
Podríamos preguntarle cuántas veces cayó a la red antes de dominar el ejercicio o cuantos porrazos se dio en la cabeza con los bolos o con los platos.
Escuché no sé dónde que la facilidad con que el artista realiza su obra la atribuimos a su arte natural, cuando en realidad es producto de su trabajo incansable. Creo que era Rubistein, el magnífico pianista, quien decía:
-“Cuándo solo llevo un día sin tocar el piano me lo noto yo mismo. Si llevo dos, me lo notan los críticos. Y si llevo tres días sin ensayar lo nota el público en mis conciertos... “-
Si hay que escuchar música, tratemos de formarnos el gusto por una buena música que nos eleve el espíritu.
Si hay que comer, comamos alimentos genuinos, sanos y auténticos. Si hay que leer, leamos libros sanos.
Estas cosas ya nos las dijo el rey Alfonso X, que por algo le apodaron “el sabio”:
Quemad viejos leños
Bebed viejos vinos
Leed viejos libros
Tened viejos amigos
Ojo, que no dice libros viejos ni amigos viejos, que no es lo mismo.